jueves, 7 de octubre de 2010

¡Parlamento!

En el campamento base de Tir-Quanor, reinaba una amplia expectación. Normalmente, esto sería algo normal de un día cualquiera. Pero esto no era lo de siempre. Los vigías habían dado la voz de alerta. Casi un millar de dragones cogieron sus lanzas al oír este grito de alarma. Lady Lebren se enfundo su casco rojo y cogió su espada de mandoble, cuya empuñadura estaba adornada con el motivo de una carabela humana. Estaban dispuestos a todo, preparados para cualquier cosa, cuando de repente el vigilante grito algo que no se esperaban:
   - ¡Parlamento! ¡Enarbolan bandera blanca!
   - ¿Puedes distinguir cuantos son? - preguntó Lebren
   - ¡Dos hombres a pie! Cecil es uno de ellos. Es quien lleva la bandera.
Lebren frunció el seño, notablemente extrañada. Si de alguien no se esperaba negociación, era de Cecil. Envainó de nuevo, mientras sus hombres esperaban sus órdenes.
   - ¡Descansen! Puede que sea un truco, pero hemos de respetar la bandera blanca. Veamos que se trae entre manos.
Los minutos que pasaron mientras Cecil y Kain se acercaban, transcurrían muy lentamente. La tensión en el campamento se podía respirar. Aun tras plantarse Cecil a unos pocos pasos de Lady Lebren, paso una eternidad hasta que alguno de los dos se atrevió a romper el silencio, como si estuviesen analizando todas las posibilidades y de una minuciosa partida de Ajedrez se tratara. Finalmente, fue Lady Lebren quien rompió dicho silencio, con un gesto claramente amenazador :
   - ¿Se puede sabre que demonios haces aquí?
   - Mi plan ha fracasado, mi terrible adversaria. Esta vez me habéis vencido, y odio reconocerlo así. - Cecil hablaba despacio, como si eligiese con cuidado cada palabra. Pero la Valkiria le ponía nervioso y se notaba.
   - Palabras, palabras, huecas, faltas de contenido. Todo se lo lleva el aire. Dices mucho y no dices nada.
   - Mi juego ha sido descubierto. Avisado por mis espías de que el caballero oscuro y Vernon andaban cerca, simule una discordia con Milady Qlix. Así podría colarla de espía y tratar de destruirles. Todo iba como la seda. Hasta que vosotros la capturaste y la descubristeis, ¡hijos de perra!
Cecil había ido regulando su voz hasta dar un tono entre frustración y cólera a su última frase.
   - Debiste elegir un espía menos llamativo, Cecil. Pero nunca he tenido por costumbre creerte. ¿Por qué habría de hacerlo ahora?
   - No te pido que me creas. Simplemente he venido a negociar su liberación. Sin su ayuda, no podremos seguir adelante en esta guerra. Y menos, si el caballero oscuro consigue convencer a los enanos de que se alíen contra mi. No, el escenario ha cambiado, ya no serias la única amenaza real en esta zona. Ya tenerte solo a ti de rival es duro sin la ayuda de Milady Qlix, pero quizás podríamos derrotaros en el campo de batalla. Pero si se os suman los enanos... ¡maldita sea! Juega duro ese maldito.
   - Es una valiosa prisionera, pero ¿quien me asegura que realmente no os ha abandonado tras ser victima de tu traición? ¿No será que tratas de que su ejército también se sume a nuestra alianza?
   - Su pérdida me sería demasiado valiosa como para permitirme traicionarla. No puedo seguir sin ella. Así que os ofrezco mi retirada a cambio como rescate.
Si algo no esperaba oír de labios de Cecil, era la palabra "retirada". Mientras meditaba, Cecil lanzó un saco repleto de monedas de oro hacía Lebren
   - Si mi retirada no os basta, estoy dispuesto a pagar un millón en oro por recuperarla.
   - Timeo danaos et dona ferentes. Vienes aquí ofreciendo mucho oro y devolvernos aquello que es nuestro y por lo que tanta sangre has derramado. Si antes desconfiaba de ti, ahora más aún.
   - Estoy en tus manos, Lebren. Todo se ha perdido, haz como desees.

3 comentarios:

Pedro de Mingo dijo...

A este paso vas a publicar una novela tipo El señor de los Anillos, te sobra talento para ello, así que adelante amigo.

Valier dijo...

No creas, amigo... Es solo un pequeño pasatiempo ;)

Raquel dijo...

Ahí, ahí!!! Mucho ánimo!!!

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