martes, 2 de noviembre de 2010

Días de oscuridad

Vortek en su tienda esperaba tranquilamente que tarde o temprano atacasen el puerto. Había doblado la guardia y convertido el sitio en una fortaleza. El tiempo corría en su favor. Sabía que no debía precipitarse y dejar que su enemigo diese el primer golpe. Se estrellarían contra los muros y carecían fácilmente ante el fuego de arqueros y matacanes. Sólo había que esperar. Examinó cuidadosamente todos los informes de Cecil. Era obvio que había dejado el listón muy alto. Vortek había tenido mucho cuidado de revelar a nadie la verdadera razón de su presencia. Frente a lo que querían hacer ver, la situación para ellos no era tan agradable. El puerto de Tir-Quanor no era el único frente activo. A miles de kilómetros el príncipe cautivo (ignoraba su verdadero nombre) había liberado ya varias ciudades. Tras perseguirle y aniquilar a la inmensa mayoría de sus tropas, había conseguido avanzar hasta las montañas y perder a sus perseguidores. Ahora Vortek tenía que averiguar si existía alguna relación entre ambos frentes o se trataba de mera coincidencia. El no veía relación alguna, pero dos ejércitos potentes, uno a cada lado de la frontera, atacando casi a la vez, era demasiada casualidad para no tener ninguna relación. La única relación que había conseguido elaborar es que hubiese alguna conexión a través de los enanos, que según se oía, habían refugiado al príncipe cautivo. Pero, el servicio de espionaje aseguraba que el rey Gilliot no quiso asociarse con los dragones, lo cual arruinaba su teoría.

Nadie podría decir exactamente que clase de criatura terrorífica era Vortek. A primera vista parecía un orco, pero su color vede y su aspecto mucho mas fuerte y terrorífico, descartaba esas teorías. Tampoco era un Uruk-Hai. Hacía ya años, los humanos habían dado con la clave para la clonación humana. Lo que había comenzado como una gran noticia debido a las vidas que se podían salvar con semejante descubrimiento, pronto  encontró su lado oscuro en la guerra. Cientos de fábricas de súper guerreros clónicos surgieron sobre la tierra. Variaban genéticamente el ADN para conseguir los mejores guerreros que podían. Mezclaban incluso ADN de distintas especies: la inteligencia de un human, modificada lo suficiente como para lograr la sumisión. La fuerza de un minotauro. La agilidad de una cabra montes. La vista de un águila. Y la dureza de un rinoceronte. Pero siempre había un elemento desconocido que se les escapaba que hacía que no todos los clones saliesen iguales. Por más que tratasen de controlar todas las variables, siempre algo se les escapaba y no todos salían iguales. Vortek era fruto de una de estas fábricas, de los mejores especimenes que habían salido en las últimas décadas. Ahora seguían investigando para darles la fuerza definitiva y conseguir el dominio total de la guerra: el control de la magia.

Tiempos oscuros en los que la búsqueda por un mayor poder habían consumido a la humanidad. Un desolador panorama de un mundo perdido, ávido del mal. Vortek era solo un peón en esa particular partida de ajedrez que los señores de la guerra se diputaban entre sí, pero ni el mismo lo sabía. Se creía tan importante que no podía ver esa visión global. Ni siquiera había oído hablar de los señores de la guerra. Solo conocía al suyo, ante quien debía responder. La posibilidad de reemplazar a Cecil era una gran oportunidad. Pero Cecil empezaba a ser una amenaza para su señor: había empezado a escuchar el susurro de su ya afónica garganta. Su honor e integridad trataban de abrirse paso. Algo había en su mundo que no le gustaba, su vida ya no era lo que el había soñado. El Señor de la Guerra no se fiaba ya de él, necesitaba a un nuevo comandante más moldeable, más sumiso, que no plantease ninguna de las órdenes recibidas. Vortek era un candidato ideal, ya que en las fábricas anulaban su voluntad con un método que era de los secretos mejor guardados del mundo.

Sin conocer el papel que le tocaba jugar en el curso de los acontecimientos, Vortek preparó la ciudad para un más que posible ataque, como si toda la guerra se fuera a decidir en aquel lugar. El príncipe cautivo había sufrido una severa derrota, pero había huido y podría volver a juntar algún ejército, aunque le llevaría mucho tiempo. Tal y como el lo veía, aniquilar la resistencia en Tir-Quanor aseguraría la victoria total y definitiva para su señor y la posibilidad de un alto cargo para Vortek. Su futuro podría depender de esa batalla, por eso no quería cometer ningún error.

 

lunes, 25 de octubre de 2010

La calma antes de la tempestad

La noche caía en el campamento de Tir-Quanor. Habían pasado varios días desde la llegada de Sir Draven con Vernon y el caballero oscuro. La noticia de la negativa de los enanos a unirse contra las tropas de Cecil había caído terriblemente. La desconfianza que Cecil había tratado de crear hacía Milady Qlix, también había dado sus frutos. Finalmente, tras arduas deliberaciones, habían decidido dejarla libre a condición de que se mantuviese neutral en la guerra. Lebren decía que era la mejor solución, ya que de ser ciertas las palabras de Cecil sobre ella, haría menos daño desde fuera que desde dentro. Y de ser falsas, no recibía de este modo castigo alguno.
Ahora estaban preocupados por todos los cambios que había en la guerra. Sin noticias de ataques desde la llegada del general Vortek, se preparaban para un combate en gran escala que seguramente decidiría el futuro de esa guerra. De perderse, la única resistencia contra Vortek habría sido destruida, por lo que era importante preveer hasta el último detalle, evaluar cada posibilidad. Había reunido en su tienda a sus altos mandos: Sir Draven como jefe de arqueros, Jud como jefa de infantería y el caballero oscuro como invitado.
- Maglor Vardamir murió hace varias semanas y aun no he conseguido reemplazarle como jefe de caballería. Si quieres, el puesto es tuyo, caballero oscuro.
- Gracias, Milady, pero os recuerdo que siempre he sido hombre de a pie. A lomos de un caballo no duraría ni medio segundo.
- Entonces los dirigiré yo misma, deberás sustituirme al mando de los dragones. No, no trates de negarte. Ya hace años que nos conocemos y se que puedes. Necesitan un líder, y no son fáciles de encontrar. Tu tienes el liderazgo necesario para guiarlos y la humildad necesaria como para que no se te suba a la cabeza. Además, será solo para esta batalla. Si ganamos, Tir-Quanor será libre de nuevo. Si perdemos... bueno, entonces sólo nos queda la eternidad.
- De cosas peores hemos salido, Milady. Recuerde el asedio que sufrimos la última vez que tuvimos el honor de tener al caballero oscuro la última vez. Jamás vi a nadie resistir un asedio tantísimo tiempo.
- Jud, todo es cuestión de proponérselo. Mucha gente habla de luchar como si supiese lo que realmente significa. Hasta que no pones todas tus fuerzas y sigues luchando incluso tras ser derrotado una dos, tres... mil veces, no sabes lo que es. Mientras queden fuerzas para luchar para lo que realmente importa.
- ¿Y que es lo que realmente importa, si puede saberse?
- Dejaros de filosofía, no es el momento. Hemos e decidir un plan de acción.
- Sugiero que mis tropas de infantería entren primero, tras diezmar sus defensas a base de arqueros.
- Jud, no creo que llevar la batalla a su terreno nos convenga.
- Pero podríamos simular un ataque y hacer como nos retiramos. Que nos persiguiesen y tenderles una trampa.
- La caballería podría cerrar la trampa con el resto de infantería.
- ¿Y cual sería mi labor?
- Tus dragones podrían entrar en la ciudad tras ver que el grueso del ejército de Vortek. Les cogería desprevenidos y tendríais una gran oportunidad contra ellos.
- Admito que es un buen plan, pero es arriesgado. Puede que a Jud no le de tiempo a llegar hasta la trampa. O que reciban órdenes de no abandonar el fuerte.
- No hay triunfo sin riesgo, amigo. Audaces Fortuna iuvat. Possunt quia posse videntur.
- Me vuelves loco con tus citas en latín, Lebren.
- Ni el mago más mago puede convertir el pan en pan, amigo. Estás loco desde antes que nos conociéramos.
- Ahora solo hace falta decidir el cuando dar el golpe. - dijo Jud - Soy partidaria de dar el golpe cuanto antes.
- Si, ahora está todo demasiado tranquilo.
- Es la calma que precede a la tempestad. Y no es la peor en la que nos vemos envueltos.
Sir Draven, que era el único que aún no había abierto su boca y se había limitado a asentir de cuando en cuado meditaba profundamente al ver hablar tan tranquilamente cuando se preparaba la mayor batalla que el habría vivido Parecía como si no temiesen a la muerte. Eran gente con más experiencia. Si esta no era la mayor tempestad a la que se habían enfrentado, ¿Cuál sería? Sentía una profunda admiración ya por Lebren, pero verla como trataba a Jud y al caballero oscuro, hacía extensiva su admiración hacía ellos. El aún no tenía toda esa experiencia, pero no tardaría en tenerla. Si sobrevivía, claro.

miércoles, 20 de octubre de 2010

De sorpresa en sorpresa

Tras duras negociaciones y subir la oferta por el supuesto rescate de Milady Qlix, Cecil volvía a su campamento tal y como había salido de él: solo con Kain, sin Milady Qlix y con un lío monumental en su cabeza. No había conseguido leer el rostro imperturbable de Lady Lebren en ningún momento. No sabía si había conseguido su objetivo de minar la confianza de su alianza con Milady Qlix. La confianza era algo tan vital, tan importante, que si había conseguido hacer una mínima brecha, podría ser suficiente como para decantar el futuro de esa guerra. Por otro lado, hasta sentía no tener una excusa para retirarse. Estaba harto de tanto combate sin sentido, de tanto derramamiento de sangre, de su maldito papel en el mundo en el que le había tocado vivir.
-          ¿Crees que hemos logrado algo?
-          No lo se – Cecil trataba de meditar en la pregunta que Kain le acaba de hacer. Parecía como si fuese capaz de penetrar en el caos de su mente y ver que era exactamente lo que le preocupaba.
-          Puede que simplemente no quieran que veamos que ceden.
-          O puede que el plan no haya dado resultado y volvamos al punto de partida. Casi hasta hubiera preferido que hubiese aceptado y tener una excusa para retirarnos de forma decente.
-          ¿Y tirar todo esto por lo que hemos luchado por la borda? ¿Tanta sangre derramada para renunciar a todo esto?
-          ¿Y que es exactamente por lo que hemos luchado? ¿Poder? ¿Riqueza? ¿Tierras? ¿Realmente vale la pena algo de eso?
-          Cecil… hablas como un desertor o un traidor.
-          Cumpliré con mi deber. Decidiremos el nuevo plan de acción en cuanto tengamos noticias de nuestro servicio de espionaje. Todo dependerá de si han convencido a los enanos para que participen en esta guerra y del resultado que nuestro intento de sembrar discordia tenga. Respecto a lo primero puede que tengamos noticias al llegar al campamento. En cuanto a lo segundo… puede que nunca lo sepamos.
-          Creo que perdimos el tiempo con esta treta.
-          Había que intentarlo Kain. Había que intentarlo.
Cuando quisieron darse cuenta tenían el campamento a menos de cinco minutos de camino. Cecil desconectó de la conversación y observo atentamente. Algo había que no le gustaba. Un nuevo destacamento se había plantado frente al campamento.
-          Vaya, vaya, vaya. Parece que los lamentables despojos humanos vuelven. – dijo el que parecía el jefe
-          Estúpidas criaturas. No sabéis con quien os la veis.
-          Si Cecil. Soy el general Vortek y vengo a remplazarte.
Tan rápido. Tan directo. Tan fulminante. Cecil sintió un frío escalofrío recorrerle su cuerpo a la velocidad del sonido, aunque nadie pareció percatarlo. El terrible orco verde le había desestabilizado.
-          Aquí estan mis ordenes. Según parece, te has vuelto blando. Sabemos que has tratado de llegar a un acuerdo con el enemigo, cuando no debíamos tener piedad para nadie.
-          Creo que subestimas el poder de la inteligencia sobre la fuerza. La situación ha cambiado
-          ¿Debido a ese caballero oscuro? Vaya, pareces sorprendido. Pues si, estoy informado de todos los pormenores. Se que te has encontrado con ese viejo conocido. Se que ha puesto esto patas arriba. Se que un solo hombre te ha desestabilizado mas que todos los ejércitos a los que te has enfrentado. Has servido bien, Cecil, pero ese caballero parece nublar tu juicio. ¿Nada respondes? Bien, lee las órdenes. Tu y Kain volvéis a la capital, donde se os licenciará y se os darán nuevas órdenes.
-          De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo…
-          No seas absurdo. Le superamos en fuerza y número.
-          Y ellos os superan en astucia. El más astuto vence siempre al más fuerte.
-          ¡Les aplastaremos sin piedad y toda resistencia será borrada hasta del recuerdo! ¿De que te han servido tus frases y tu filosofía? Solo mencionar un nombre y tiemblas como una niña. Les aniquilaremos y sin necesidad de vuestra ayuda, ¡infectos humanos!
-          Buena suerte. La necesitareis.

lunes, 11 de octubre de 2010

Decisiones

Mientras, Sir Draven regresaba cabizbajo de su larga y dura entrevista con el rey Gilliot. Con mucha dificultad, había conseguido la libertad del caballero oscuro, Vernon y los demás. Pero ni toda la palabrería del mundo ni todas las buenas razones ni todos los argumentos habían conseguido hacer cambiar de opinión al rey. Jamás aprobaría la guerra. No creía en causa alguna ya encabezaba por humanos y no había más que hablar.
-          No estés así. Al menos, estamos libres. Y todo gracias a ti – dijo Vernon, rompiendo el incomodo silencio.
-          Tiene razón- dijo Susan – yo pensé que nos matarían.
-          Pero no he conseguido que se nos unan contra Cecil. Y puede que no consigamos ganar esta guerra sin ayuda.
-          Las guerras nunca se ganan, amigo. – dijo el caballero – Solo hay vencidos. – hizo una pausa como  reflexivo – El rey tiene que pensar en lo que es mejor para su pueblo. Y mandarlos a morir no es lo mejor.
-          Mantenerse neutrales o indiferentes tampoco les ayudará - murmuro Azriel.
-          Tal vez. Pero tampoco se equivocan al eludir la guerra. Estas criaturas apenas conocían el significado de las palabras guerra, discordia, maldad hasta que se cruzaron con los hombres… quizás fuese mejor para este planeta que desapareciésemos…
-          De todas formas, hemos de hablar un momento del partido que hemos de tomar de aquí en adelante. – dijo Vernon – Os he metido en una guerra que no os incumbe, Erik, Susan. Y os pido perdón por haber sido tan egoísta. En el fondo no quería afrontar esta situación solo… Pero el rey Gilliot tenía razón cuando dijo que podríamos sacado ya de aquí hace días. Y creo que es el momento de hacerlo
-          Pero queremos ayudar. Vosotros habéis hecho tanto por nosotros, que no podemos irnos así como así.
-          Ese no es el punto. – cortó el caballero oscuro – si vuestro pariente…
-          Mi padre – aclaro Susan
-          Eso, si tu padre estaba tan enfermo como para necesitar algo tan raro como el Esna, no podéis perder más tiempo del que habéis perdido ya. En su nombre, os ordeno que os marchéis y volváis a su lado. Si seguís con nosotros hacía esta guerra sin sentido no solo no podremos garantizar vuestro regreso, si no que puede que cuando este se produzca sea demasiado tarde. Volved, o todo esto habrá sido en balde. Por tu padre, os suplico que volváis a casa cuanto antes. Azriel, saca el pergamino que te di.
-          Toma…
-          No me lo des. Recítalo amarrándoles fuertemente. Quiero que les acompañes.
-          ¿Por qué? Yo quiero ir contigo.
-          Primero, necesitaran alguien que les acompañe. Si algo me han enseñado estos años, es que tener a alguien dispuesto a luchar por ti, es lo más valioso que uno puede tener. Segundo, tu les encontraste, justo es que acabes tu misión devolviéndoles sanos y salvos. Y tercero, si morimos en esta absurda guerra…
-          ¿¿¿Qué???
-          Si morimos en esta absurda guerra, al menos sobrevivirá alguno de nosotros para proteger estos lugares.
-          ¿No lo dirás en serio?
-          ¿Tengo pinta de estar de guasa?
-          Pero…
-          Te lo pido por favor… Te lo suplico
Azriel agarro con una mano a Erik y otra a Susan. Luchando por contener sus lágrimas ante la posibilidad de no volver a ver nunca más a su amigo pronunció entre sollozos unas incomprensibles palabras. En unos segundos, en donde estaban solo quedaban unas lágrimas mojando la tierra. Tanto Azriel como Erik y Susan habían desaparecido.

jueves, 7 de octubre de 2010

¡Parlamento!

En el campamento base de Tir-Quanor, reinaba una amplia expectación. Normalmente, esto sería algo normal de un día cualquiera. Pero esto no era lo de siempre. Los vigías habían dado la voz de alerta. Casi un millar de dragones cogieron sus lanzas al oír este grito de alarma. Lady Lebren se enfundo su casco rojo y cogió su espada de mandoble, cuya empuñadura estaba adornada con el motivo de una carabela humana. Estaban dispuestos a todo, preparados para cualquier cosa, cuando de repente el vigilante grito algo que no se esperaban:
   - ¡Parlamento! ¡Enarbolan bandera blanca!
   - ¿Puedes distinguir cuantos son? - preguntó Lebren
   - ¡Dos hombres a pie! Cecil es uno de ellos. Es quien lleva la bandera.
Lebren frunció el seño, notablemente extrañada. Si de alguien no se esperaba negociación, era de Cecil. Envainó de nuevo, mientras sus hombres esperaban sus órdenes.
   - ¡Descansen! Puede que sea un truco, pero hemos de respetar la bandera blanca. Veamos que se trae entre manos.
Los minutos que pasaron mientras Cecil y Kain se acercaban, transcurrían muy lentamente. La tensión en el campamento se podía respirar. Aun tras plantarse Cecil a unos pocos pasos de Lady Lebren, paso una eternidad hasta que alguno de los dos se atrevió a romper el silencio, como si estuviesen analizando todas las posibilidades y de una minuciosa partida de Ajedrez se tratara. Finalmente, fue Lady Lebren quien rompió dicho silencio, con un gesto claramente amenazador :
   - ¿Se puede sabre que demonios haces aquí?
   - Mi plan ha fracasado, mi terrible adversaria. Esta vez me habéis vencido, y odio reconocerlo así. - Cecil hablaba despacio, como si eligiese con cuidado cada palabra. Pero la Valkiria le ponía nervioso y se notaba.
   - Palabras, palabras, huecas, faltas de contenido. Todo se lo lleva el aire. Dices mucho y no dices nada.
   - Mi juego ha sido descubierto. Avisado por mis espías de que el caballero oscuro y Vernon andaban cerca, simule una discordia con Milady Qlix. Así podría colarla de espía y tratar de destruirles. Todo iba como la seda. Hasta que vosotros la capturaste y la descubristeis, ¡hijos de perra!
Cecil había ido regulando su voz hasta dar un tono entre frustración y cólera a su última frase.
   - Debiste elegir un espía menos llamativo, Cecil. Pero nunca he tenido por costumbre creerte. ¿Por qué habría de hacerlo ahora?
   - No te pido que me creas. Simplemente he venido a negociar su liberación. Sin su ayuda, no podremos seguir adelante en esta guerra. Y menos, si el caballero oscuro consigue convencer a los enanos de que se alíen contra mi. No, el escenario ha cambiado, ya no serias la única amenaza real en esta zona. Ya tenerte solo a ti de rival es duro sin la ayuda de Milady Qlix, pero quizás podríamos derrotaros en el campo de batalla. Pero si se os suman los enanos... ¡maldita sea! Juega duro ese maldito.
   - Es una valiosa prisionera, pero ¿quien me asegura que realmente no os ha abandonado tras ser victima de tu traición? ¿No será que tratas de que su ejército también se sume a nuestra alianza?
   - Su pérdida me sería demasiado valiosa como para permitirme traicionarla. No puedo seguir sin ella. Así que os ofrezco mi retirada a cambio como rescate.
Si algo no esperaba oír de labios de Cecil, era la palabra "retirada". Mientras meditaba, Cecil lanzó un saco repleto de monedas de oro hacía Lebren
   - Si mi retirada no os basta, estoy dispuesto a pagar un millón en oro por recuperarla.
   - Timeo danaos et dona ferentes. Vienes aquí ofreciendo mucho oro y devolvernos aquello que es nuestro y por lo que tanta sangre has derramado. Si antes desconfiaba de ti, ahora más aún.
   - Estoy en tus manos, Lebren. Todo se ha perdido, haz como desees.

martes, 5 de octubre de 2010

Lo que el bosque ocultaba

Cecil y Kain avanzaban despacio pero sin pausa a través del bosque. Jamás habrían podido saber que en la lejanía, Sir Draven les había podido ver. Pero Cecil era un hombre que siempre redoblaba sus precauciones. Tras recibir las noticias de que el caballero oscuro se dirigía al puerto de Korah-Kirk para volver a su tierra, resolvió reunir a su alto mando y decidir un nuevo plan de estrategia. Era bastante evidente que el caballero oscuro trataría de meter a los enanos en esta guerra. Su cabeza aun seguía luchando entre lo que debía hacer y lo que quería hacer. Llevaba demasiados años derramando sangre y cada vez estaba más harto. Pero no podía cambiar su destino. Había nacido con la marca de la oscuridad, y no podía desafiar a su señor.
Kain interrumpió toda la maraña de pensamientos que inundaba la mente de Cecil:
-          ¿Estás seguro de que es una buena idea?
-          Calla. Los árboles podrían oírte.
-          ¿No me digas que aun crees en esos cuentos de viejas que aseguraban que los árboles pueden hablar y oír?
-          Kain, tras ver todo lo que he visto, puedo creer en cualquier cosa. Los árboles que susurran por la tarde…
-          Solo es una canción absurda, Cecil.
-          Cualquier precaución es poca. No es solo la posibilidad de que los árboles puedan oírnos. Podría haber cualquiera oculto entre tanta maleza.
-          No tendrás miedo a que nos ataquen.
-          No seas absurdo, Kain. Pero si alguien descubre nuestras verdaderas intenciones… ¿Cuándo entenderás que la información es poder? El conocimiento, la sabiduría es el mayor don que alguien pueda tener. Pero la gente normal no lo entiende y prefiere acumular cosas perecederas como la riqueza…
-          ¿No es lo que hacemos nosotros?
-          Este es un triste oficio, Kain… ¿Nunca has soñado con poder cambiar tu destino, cambiar tu estrella? A veces odio mi vida… No me gusta tener que vivir de mi espada, quitar la vida no es algo agradable. Pero además, en virtud de mi cargo, no puedo dar muestras de debilidad o si no… ¡que diablos! Dejemos el tema en paz.
-          De acuerdo, Cecil. Pero sigo sin ver claro este plan para intentar dividir a nuestros adversarios.
-          Yo tampoco, pero es lo mejor que podemos hacer. No podemos ir a tratar de engañar a los enanos, ya que jamás nos harían caso. Y de ponerse en contra nuestra estaríamos perdidos. Es mejor que sigan por otro lado. A Lady Lebren la podemos hablar, pero conoce demasiado al caballero oscuro como para dudar de el. Así que hemos de aprovechar el eslabón más débil de su alianza. Y esta es Milady Qlix, hasta hace nada aliada nuestra.
-          Pero ofrecer un millón en oro y retirarnos me parece desproporcionado…
-          Eso es lo de menos Kain. Incluso aunque no acepten nuestra oferta, si sembramos la duda, la desconfianza haremos mucho. Ya ha ocurrido antes, y si no me remito a los libros de Historia. La confianza es algo tan valioso que por arrebatarla, ese millón que tanto valoras es pura calderilla.
-          ¿Crees entonces que tu plan tendrá resultado?
-          No lo se, Kain. Y francamente, casi ni me importa. He llegado a un punto en mi vida que ya poco me importa. Cumplo mi deber hacia nuestro señor y poco más. A veces desearía que mi vida fuese otra, que hubiese tenido otro destino. Pero no he tenido el valor necesario para cambiar mi estrella…
-          Ya llegamos. – interrumpió Kain – veremos como termina esto…

viernes, 1 de octubre de 2010

Sir Draven

Sir Draven era de los pocos en el ejercito de los dragones dirigido por Lady Lebren con título de Sir. Y eso no era lo más extraño. Era de los pocos humanos que se había ganado la confianza de los enanos. Y no solo de los enanos, sino de muchas otras criaturas que generalmente desconfiaban de la raza humana.
En cuanto le llegaron las ordenes, fue a su tienda en busca de su equipo. Un hermoso casco que cubría su cabello negro como el carbón, decorado con el dibujo de un dragón rojo. Una daga que se colgó. Y, por supuesto, su arma preferida, el arco. La mayoría de los dragones eran entrenados a ser expertos en el manejo de la lanza. Sin embargo, Sir Draven había mostrado desde su precoz niñez una habilidad innata en el manejo del arco. Por supuesto, había recibido un adiestramiento completo y podía manejar casi cualquier arma, pero su arco era especial.
Sir Draven puso rumbo en solitario hacía los dominios enanos. No era la primera vez que iba solo hasta allí, pero si la primera desde que Cecil se había hecho con la supremacía en ese territorio, por lo que debía triplicar las precauciones. ¿Por qué Cecil habría venido a esas tierras? A decir verdad, iba con bastante expectativa. Había oído hablar algo del enigmático caballero oscuro. Lady Lebren había hablado alguna vez sobre él, en un tono mezcla de admiración, respeto y embelesamiento. Sabía que habían sido compañeros de guerra hacía años, en los reinos del Norte, cuando Lebren era una de las mas terribles valkirias del mundo. Desde entonces, Lebren le tenía entre sus protegidos. "Si le tocas, te toco" solía decir a sus enemigos, con ese tono tan claramente amenazador.
Sir Draven avanzaba cada vez más lentamente. Procuraba no hacer ningún ruido, mantener sus cinco sentidos alerta. Tanta tranquilidad le tenía confuso. Ante cualquier cosa se agazapaba entre los matorrales y montaba su arco, como si esperase encontrarse de repente una horda terrible de orcos. Pero lo extraño es que no era así. Tanta tranquilidad le tenía totalmente inquieto.
De repente, vio algo que le llamó la atención. Dos figuras en la lejanía que avanzaban lentamente. Demasiados pocos para una patrulla. Se agazapo entre los matorrales y se aproximo lo suficiente como para ver sin ser visto. En seguido pudo distinguir que las siluetas no correspondían a criaturas monstruosas, como esperaba, sino a simples humanos. Acercándose un poco más pudo distinguir perfectamente los uniformes y casi las facciones. No había duda, era Cecil con su ayuda de campo, Kain.
Pero lo mas extraño no era ver a estos do hombres, sino ver que enarbolaban la bandera blanca de parlamento. Trataba de acercarse más, para tratar de captar alguna conversación y averiguar así sus intenciones, pero era demasiado arriesgado. Además, aún tenía que ir a ver al rey Gilliot en busca del caballero oscuro. Esperó un poco más. Pudo ver como los dos hombres se dirigían hacía el campamento de Tir-Quanor. Sir Draven dudo por un instante. ¿Debía continuar con su misión? ¿O era mejor avisar a Lady Lebren de la presencia de Cecil? Su cabeza se debatía entre las dos opciones, tratando de analizar sus opciones, sus pros, sus contras, ver que era lo mejor.
Finalmente decidió dirigirse hacía los túneles del reino de los enanos. Al fin y al cabo, los dos hombres avanzaban demasiado despacio como para poder sorprender a la guardia de Tir-Quanor. Y además, llevaban bandera de parlamento. Y no eran más que dos. Por otro lado, Lady Lebren difícilmente perdonaría que hubiese descuidado su misión. Así que retrocedió lentamente, confundiéndose entre los matorrales hasta que las dos siluetas humanas quedaron demasiado lejos como para poder distinguirlas.
Siguió su camino hasta los túneles que delimitaban el reino de los enanos. Instintivamente, volvió a mirar detrás suya antes de entrar. Avanzó entre los túneles, hasta encontrar la aterradora figura de Garlick con su hacha. Suspiro profundamente antes de elegir uno de los dos túneles. Sabía perfectamente el camino. Pero conocía bien al rey Gilliot y que no era alguien fácil de convencer. La raza humana había hecho tanto mal, que ya no se fiaba de casi ningún humano. Sir Draven atravesó el túnel, sin saber muy bien que encontraría al otro lado...

jueves, 30 de septiembre de 2010

Entrevista real

En medio de esa difícil situación había que reaccionar rápido. El caballero tardó medio segundo en pensar lo correcto y no dudó un instante:
 - ¡Soltar las armas! - gritó, a la vez que tiraba sus armas al suelo, lo más lejos posible de su alcance.
Sus compañeros no terminaron de comprender, pero hicieron lo mismo, confiando en que sería lo mejor.
Los soldados que habían preparado la emboscada bajaron a su altura. El que parecía el jefe los miró con indiferencia y sin articular una sola palabra, indicó a sus hombres que llevasen a los intrusos a la presencia del rey Gilliot.
 - ¿¿¿HUMANOS??? - Bufó el rey al verles - criaturas abominables que se creen los señores de la tierra y que no hacen más que conducirla a la destrucción. ¿Qué hacen aquí? ¿Y por qué no los habéis matado? Sabéis que has traído la guerra y la muerte a estos lugares.
 - Señor, se han rendido sin oponer resistencia - dijo el jefe de la escolta - Tiraron sus armas al vernos, sin ni siquiera luchar.
 - ¿Y que habéis venido a hacer a mis tierras? Un momento, sus caras me suenan. ¿Ese no es Vernon, una de las mejores espadas de la superficie?
 - Sí, majestad - contestó Vernon.
 - ¿Y ese no es el terrible caballero oscuro?
 - Así me llaman, majestad.
 - ¿Y se puede saber por que demonios estáis en mis dominios? - grito el rey Gilliot con evidente enfado.
 - Señor - Susan se adelantó a hablar - hemos venido a estas tierras buscando el ESNA, para mi padre, que se encuentra muy enfermo.
 - ¡¡¡Nosotros no tenemos ESNA!!!
 - ...y tras conseguirlo hace unos días nos encontrábamos para regresar a casa cuando nos encontramos la ciudad llena de soldados.
 - ¡Absurdo! - bramó el rey - Si tanto necesitabais el ESNA, el caballero oscuro - dijo señalándole - tiene suficientes conocimientos de magia para teletransportarte con el ESNA a tu hogar. O, al menos, hasta la frontera.
 - Eso es cierto - murmuró Azriel recordando el papel que le dio tras el incidente con Syldra.

Mientras tanto, en la superficie las cosas no iban mucho mejor. En Tir-Quanor, la vampiresa había recibido un trato poco agradable. Había avanzado despacio, sigilosa, oculta entre las sombras hacía la ciudad vieja, tal y como Vernon había dicho. Pero Apenas puso el pie dentro, se vio reducida por demasiaos enemigos. Haciendo un desesperado esfuerzo por defenderse, mandó a tierra a tres o cuatro soldados, los cuales difícilmente volverían a levantarse jamás. Pero eran demasiados. Incluso para su descomunal fuerza sobrehumana.
La encadenaron fuertemente y la llevaron orgullosos ante su líder. La taparon para que no le diese el sol, ya que la preferían viva por si pudieran sonsacarle algo de información.
- ¡JEFA! ¡JEFA! Gritó el líder de la escolta. Hemos capturado a una espía de Cecil.
Una mujer de unos 35 años de edad, pelirroja, alta, algo gruesa, ataviada con una gruesa armadura roja se acercó. En otras circunstancias hubiera parecido una mujer tremendamente hermosa y atractiva. Sin embargo, su aspecto era terriblemente aterrador, como si fuese una furiosa diosa de la guerra.
- ¡Bravo, mis valientes dragones! Le daremos lecciones a ese bastardo de Cecil, de que no puede ir por ahí pisoteando a quien le de la gana. Puede que su ejército sea mayor que el nuestro, pero pronto se reunirá con sus antepasados. - dijo, terminando con una risa bastante macarra, que varios de sus soldados secundaron.
- Bien - dijo al cabo de unos minutos - ¡pero si es la lugarteniente de Cecil, su aliada de la noche, su sirviente alada, Milady Qlix! ¡Magnífica prisionera! Seguramente perderías algunos hombres tratando de reducirla, ¿no?
- Cuatro hombres que habremos de enterrar esta noche - dijo, descubriéndose
- Lástima, lástima. Inconvenientes de la guerra, por desgracia. Sería perfecto vivir en un mundo en paz, pero una maldita utopía. Si vis pacem, para bellum; que decían los antiguos. - Hizo una pausa, como si necesitase aclarar sus ideas - Los humanos somos así, malos por naturaleza: malos, codiciosos, envidiosos, viles, falsos, mentirosos, hipócritas, traidores... Este mundo estaría mejor sin nosotros... - hizo una nueva pausa y miró a la prisionera - Bien, podéis quitarle la mordaza. ¿Por qué te manda Cecil a ti, querida? - dijo en un tono lleno de sarcasmo.
- Cecil me ha traicionado. Ha roto nuestro acuerdo. Ya no trabajo para él. Tengo nuevos amigos.
- Amigos, ¿vos? Permitidme que lo dude. Como mucho, algún aliado nuevo. ¿Así que Cecil te ha abandonado? Puede que sea cierto y por eso ahora busques nuestra ayuda. O puede que sea tan solo una cantinela para ganarte nuestra confianza y traicionarnos finalmente. ¿Qué importa? Has causado tanto daño a esta tierra que mereces la muerte. Pero no te mataremos nosotros. Lo hará ese sol que tanto temes. ¡Destapadla!
- ¡NO! ¡Os juro que no miento! ¡Me ha enviado el caballero oscuro! ¡Está aquí, junto con su amigo Vernos y otros tres cuyo nombre no recuerdo.
- ¡Esperad! - ordenó la jefa - ¿El caballero oscuro aquí? ¿Por qué habríamos de creerte? ¿Y por qué no ha venido él en persona?
- Ha ido a los túneles en busca de los enanos, a solicitar su ayuda para poder derrotar a Cecil. Me dio algo para vos, para que vieseis que realmente vengo de su parte, pero tus hombres cayeron sobre mí antes de que pudiese mostrarlo. ¡Soltadme un instante y os lo enseñaré!
- ¿Me tomas por estúpida? Dime que es y donde lo llevas.
- Un medallón y una carta que llevo bajo la blusa.
- ¡Tú! - dijo la jefa señalando a uno de sus soldados. -¡Quítaselo y tráemelo!... Vaya, vaya, vaya - dijo examinando atentamente aquel medallón - parece que por una vez en la vida decíais la verdad. Pero deberíamos bajar a los subterráneos para ir en busca de nuestros queridos amigos, antes de alcanzar ningún acuerdo. Hasta que hablemos con el caballero oscuro o con Vernon, seréis mi prisionera. ¡Lleváosla! Pero tratadla bien. Mandad a Sir Draven a ir a por el caballero oscuro. Conoce a los enanos y no desconfiaran de él.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El hacha de Garlick



El camino hacia Korah Kirk fue tranquilo, un viaje rápido, demasiado relajado.
Eso no pintaba bien, prueba de ello el silencio reinante entra los viajeros. Cuando Korah Kirk estuvo a la vista, s sorprendieron ver ocupado el puerto por un ejercito de miles d millares.
-¿Qué hacemos? ¿Crees que podríamos llegar a puerto? ¿O volvemos por tierra? Podríamos ir hasta Tir-Quanor y luego atravesar la tierra d las amazonas - propuso Azriel
El caballero se quedo pensando, sabia que la decisión no era fácil, y el tiempo no jugaba a su favor...
El caballero se arrodillo en el suelo y comenzó a dibujar un mapa sobre la tierra con su dedo.
- Bien, nosotros estamos aquí. El puerto esta a unas cuantas millas justo enfrente de nosotros, y sus naves están por todas partes. Ir por el puerto seria un suicidio, son demasiados ojos y seriamos vistos en cuestión de segundos.
- Vayamos hacia Tir-Quanor- dijo Azriel.
El caballero quedo pensativo. Levantó la mirada y vio la cara de Vernon. Su fachada denotaba una mezcla de sentimientos.. Rabia, pena, frustración... se alejo un poco del grupo y, entre la maleza, se escondió para observar todo lo que ocurría.
- Querida Azriel... queridos compañeros... decidme si estáis de acuerdo conmigo. Hemos hecho un largo camino. Nuestro fiel Vernon, ha sido un guía estupendo y ha puesto todo cuando ha podido a nuestro servicio. No podemos irnos y dejarlo así... -
- Puede venir con nosotros, podemos llevarlo con nosotros y dejarlo con su esposa e hijos-
- Este es su hogar. Ha trabajado mucho para conseguir sus tierras y su casa. Ha luchado mucho por forjarse un futuro en esta ciudad... no es tan fácil. No sé ira de aquí sin luchar. Si lo abandonamos, si lo dejamos aquí solo, sin duda, le estaremos haciendo una ofrenda a la muerte.-
Erik cogió la mano de Susan, y con voz suave, pero rotunda, afirmo:
Lucharemos, no podemos dejar que se salgan con la suya-
Vernon, que había escuchado toda la conversación, se agacho junto al grupo, e hizo una marca en el suelo, sobre el mapa que el caballero había trazado.
- Aquí están las tierras antiguas. Ahí hay aun edificaciones de los primeros pobladores de nuestra ciudad. Justo aquí, al lado de la montaña, hay un pasadizo. Lleva a los túneles subterráneos. Los enanos hicieron túneles por debajo de toda la isla. Cuentan las leyendas, que hasta incluso hay túneles que cruzan por debajo del mar y llegan a las ciudades cercanas. Tengo constancia de que hay planos de estos túneles.
Vernon hizo otra marca justo al lado de la ciudad antigua.
Aquí hay otra parte de la ciudad. solo unos pocos sabemos que en esta parte hay refugiados. Los denominados "los rebeldes". viven justo debajo de las edificaciones. Los enanos eran buenísimos tallando la piedra. ahí debajo hay verdaderas maravillas. Los rebeldes conocen los túneles como la palma de sus manos. Por las noches, hacen incursiones a los invasores, y estos, solos saben que al día siguiente les faltan provisiones y armas. yo propongo que vayamos en su busca.
- Si son bastantes, podemos hacer un buen ejercito.- dijo el caballero mirando a sus compañeros.
Todos asintieron... empieza una nueva aventura...
-Bien, podemos adentrarnos en los túneles - dijo el caballero - ¿pero no nos perderemos? Jamás he entrado ahí
-¿Y yo qué? No puedo pasar por esos túneles... - dijo la vampiresa
El caballero saco un pergamino y empezó a escribir algo. Lo selló, lo enrolló y se lo entregó.
-Si puedes llevar esto a Tir-Quanor...
-¡Me matarán! ¿Estás loco o que?
-Bueno, la verdad es que debo estarlo... - bromeó el caballero - enseña esto - dijo entregándole un medallón - y no te harán nada. Bueno, Vernon, guíanos a través del túnel
-Adelante - dijo Vernon - no os despistéis o jamás llegaremos a ningún lado - dijo, tras desaparecer en el túnel...

Todo el grupo se introdujo en el túnel.
Había unas escaleras perfectamente talladas en la roca. El caballero levantó la palma de su mano y siseo unas palabras. En breve, surgió una luz brillante de la palma de su mano. Todos levantaron la vista perplejos. LA piedra había sido tallada y pulida de tal forma, que parecía que se encontraban dentro de un pasillo de mármol.
A la derecha, una antorcha estaba colocada en la pared. El caballero se acercó a ella y puso la luz sobre esta.
Los pasillos parecían interminables. Conforme iban avanzando, el entorno se hacia más y más alto.
Al fondo del pasillo, se podía ver una figura tallada en la pared. Era la imagen de un enano, y con sus manos sujetaba el techo de la estructura.
- Que curioso-dijo el caballero divertido.- Un enano gigantesco- justo bajo esta figura, el camino se bifurcaba.
- ¿Ahora que? - Dijo Erik. -¿Cómo sabremos que camino tomar?.
- El enano es el guardián de este lugar. Con su robustez y soberanía, nos indica el camino que debemos seguir. Los que conocemos al gran Garlick estamos protegidos por su hacha.-Dijo Vernon- Fijaos en el filo de su arma. Esta apoyado sobre el pasillo de la derecha. Debemos tomar el de la izquierda, el de la derecha nos llevaría directamente hacia la muerte.- Vernon echo un vistazo atrás, y sonrió a sus compañeros. -Que nuestros dioses nos protejan del filo de Straighstone, el hacha de Garlick.-
Todos pasaron por el lugar indicado, y pronto llegaron a una sala. Aparentemente estaba vacía. Y tenia una puerta que daba a otro pasillo, sus fauces mostraban oscuridad absoluta.
El caballero se adelanto con la antorcha e ilumino el pasillo. De pronto, un grupo de jóvenes guerreros apareció delante de ellos, parapetados con sus mejores armas, y dispuestos a atacar...

martes, 28 de septiembre de 2010

Una alianza inesperada

Al darse la vuelta, el caballero se encontró frente a frente con Cecil, y por detrás, se extendía su pequeño ejército.
- Por lo que veo, la tuya no se queda atrás... -
- Caballero, es usted la ultima persona a la que esperaba ver por estas tierras... - Dijo Cecil haciendo una reverencia burlesca.
- Yo en cambio, en cuanto oí las palabras guerra y carroñeros tuve la certeza de que no andarías lejos-
Azriel había vivido montones de peleas al lado del caballero, en cambio esta era la primera vez que observaba en el rostro de este, tal grado de aprensión hacia un rival.
- Querido caballero, no sé que haces aquí, pero con el simple hecho de pisar mis tierras, me estorbas, así que, siento tener que prescindir de ti... -
Las palabras "mis tierras" martilleaban la cabeza de Vernon.
Cecil y sus diez hombres se pusieron en posición de ataque.
Por detrás del Caballero se colocaron sus compañeros.
De repente, Susan apareció detrás de Erik acompañada de la vampiresa...  ambas estaban preparadas para la lucha...
Cecil evaluó la situación, podría ser que sus oponentes fuesen más de los esperados. Sus horribles criaturas esperaban sus órdenes. No quería confiarse. Podría vencer a la vampiresa, incluso al caballero y sus amigos por separado. Pero unidos... no lo tenía tan claro.
Así que uso un hechizo que nadie conocía, ni siquiera el caballero oscuro. El viento cambió su soplo. El ambiente tomó un aspecto lúgubre. Cientos de esqueletos emergían de las profundidades de la tierra, al oír el hechizo de Cecil.
No se podía decir que fuesen seres vivientes, pero parecían tomar espíritu de vida con la magia de Cecil...

Rodeados... Estaban rodeados... a diestra y siniestra, delante o detrás, allá donde posasen sus ojos se encontraban con una de esas criaturas...
la lucha era inminente...
Los esqueletos se lanzaron hacia sus victimas.
Armas desenfundadas, empezó la batalla.
Azriel blandía su espada salvajemente, cualquiera que se cruzase con su brillante filo, caía al suelo destrozado... pero en cuestión de segundos se vio rodeada. No daba abasto, sufriendo varios golpes en su minúsculo cuerpo, lo cual la hacia enfurecer y golpear con mas rabia a sus adversarios... pronto, al verla en serios apuros, Vernon se unió a ella.
Susan también estaba rodeada de esqueletos, y a su lado luchaba la vampiresa...
Aquello parecía imposible, cada vez que un esqueleto caía, otro emergía de las tierras...
De repente, una luz cegadora iluminó el claro del bosque...

Esa luz cegó a todos durante unos instantes... cuando pudieron ver, Susan levitaba, como poseída por una fuerza misteriosa... Susurraba unas palabras incomprensibles, que levantaron un viento extraño, que embestía con fuerza a los esqueletos, desmontándolos por completo. Cecil intento convocar un muro de protección, entonces Susan cambió de hechizo. En el cielo, se abrió un agujero negro, que iba absorbiendo uno a uno a las criaturas de Cecil. Viendo que morirían, Cecil, uso la magia del teletransporte para huir.
-Esto aún no ha acabado - dijo antes de desaparecer
Susan cayo al suelo, totalmente inconsciente. De repente, apareció el Espíritu del Bosque para aclarar lo que acababa de ocurrir.
-No sé que tiene esa chica, pero a través de ella, he podido sacar mi mejor magia...

El espíritu del bosque se acercó con sumo cuidado al cuerpo inconsciente de Susan.
Con suavidad poso su mano sobre su frente, recuperando esta el conocimiento poco a poco.
Cuando se incorporo cogió su arma con rapidez, asiéndola con fuerza... mirando hacia un lado y a otro pregunto:
- ¿Que ha pasado? ¿Dónde están las criaturas?-
El espíritu del bosque contó a Susan lo ocurrido.
- gracias por prestarnos tu ayuda- Dijo Erik a la vampiresa.
- Ha sido un enorme placer ver como esa rata huye con el rabo entre las piernas- Dijo la vampiresa con tono rencoroso.
El caballero se dirigió al grupo: -Bien, compañeros, debemos seguir nuestro camino, aun nos queda un trecho para llegar a nuestro destino-
Todos reanudaron el camino. Cuando llegaron a la salida que separaba el trozo de bosque en el que estaban, la vampiresa se detuvo.
- La espesura del bosque no deja pasar los rayos de sol, pero si salgo al camino, mi cuerpo no quedara muy diferente al de los esqueletos que acabamos de ver... -
Azriel sabia que la ayuda de la vampiresa era vital, no sabia lo que iba a ocurrir, y una mano amiga, nunca esta de mas, sobre todo si esa mano sabe manejar la espada.
- Hemos de cruzar como sea ese camino, lo que buscamos esta en esa dirección... - dijo Azriel intentando recordar algún camino alternativo.
- ¿Y que es eso tan importante que buscáis, que hasta hace que os enfrentéis con Cecil?-
- El Esna- Contesto escuetamente Azriel
- ¡¡¡¡El Esna!!!!
-¿Ocurre algo? - pregunto Vernon
-Oí a Cecil mandar tropas al bosque a por esa hierba. Seguramente, a estas alturas no quede nada allí y este toda en la ciudad. - dijo la vampiresa - Mando muchos guerreros hacia allí.
-Nada perdemos por acercarnos, siempre será mejor que atacar esa gran ciudad de Rangkok. Seria un suicidio intentar entrar. Además, nos alejamos demasiado ya para que el Espíritu del Bosque nos pueda proteger. -dijo el caballero oscuro
Sigilosamente, avanzaban ante los árboles, llegando hacia la zona donde tendría que estar el ESNA. Pero algo no cuadraba, no parecía haber rastro del enemigo... ¿Sería una emboscada?

Escondiéndose todo lo mejor que podían, siguieron avanzando.
- Mirad - dijo Azriel. -A lo largo del camino hay montones de huellas. Siguen en esa dirección.- añadió mientras señalaba con su dedo a un viejo sendero
El caballero se asomo con discreción entre la maleza.
- Esto me huele cada vez más a emboscada. Sacad vuestras armas e id con sumo cuidado.-
Por suerte, la maleza era espesa, y podían seguir avanzando pasando completamente desapercibidos.
Todos pararon de repente. Al fondo del camino donde se hallaban las huellas había una mala construcción de piedra. Un enorme portón de madera se levantaba justo en la mitad de dicha construcción, y en la puerta había una criatura enorme y horrible haciendo guardia.
Vernon, sorprendido, dijo: - Esa criatura esta dormida-
Se encontraba sentada, con la espalda apoyada sobre la puerta. En sus manos había una lanza enorme, pero efectivamente, estaba dormida.
La vampiresa fijó bien su vista. -Fijaos bien, en las suelas de sus zapatos hay Esna-
- Cierto-susurro el caballero. Sea lo que sea lo que estén haciendo con el Esna, lo guardan en esa fortificación...

-Ahora lo gracioso será entrar - dijo Vernon
-Te equivocas, amigo mío, lo difícil será salir, entrar es muy fácil - dijo el caballero oscuro - claro que antes no estaría mal si pudiésemos asegurarnos de que tienen el Esna allí... y de que Cecil no ha llegado antes
-Seguramente Cecil haya optado por transportarse a Rangkok, pero puedo intentar entrar yo, no sabrán que Cecil y yo somos enemigos aun... - dijo la vampiresa
-Es arriesgado, ¿y si lo saben?
-¿No hay algún truco que os permita haceros invisibles? - pregunto Susan
-No que yo sepa, oí de una capa que hace invisible, pero jamás la encontré - dijo el caballero...

El caballero quedo pensativo...
- Tengo una idea. Escuchad. Voy a acercarme al centinela, vosotros quedaos en la retaguardia. En el caso de que apareciesen mas bichos de esos, salid. Mantened vuestras armas desenvainadas... -
- Eso es muy arriesgado- Dijo Azriel
- En estos casos es necesario arriesgarse, querida. Pero no te preocupes, si todo sale bien, será hasta divertido- Dijo mientras guiñaba de esa forma tan particular su ojo.
Todos se pusieron en sus puestos.
El caballero se embadurno por completo en tierra. Sacó un pequeño odre de agua de uno de sus saquillos, y vertió un poco de esta en el suelo, formándose una capa de barro, la cual esparció por sus cabellos y su barba de varios días.
De otro de sus saquillos, saco un pequeño botecito de cristal, y tomo su contenido. En pocos segundos, su cara y sus manos cambiaron. Su aspecto ahora era el de una persona de ochenta años. Cubrió su cabeza y su cuerpo con su capa, que ahora era mugrienta, se encorvo y salio al camino. Los demás se miraban sorprendidos entre ellos.
- Esto va a ser interesante- susurro Azriel.
Cojeando, se acerco poco a poco al portón custodiado por el centinela.
- ¡Oh! ¡Dioses piadosos! ¿Que mal os ha hecho este pobre viejo loco? ¿Por qué me dejáis abandonado en estos caminos? ¡Perdido! ¡Lejos de mi humilde hogar!- gritaba el caballero con voz desagradable.
El centinela despertó rápidamente de su letargo y se puso en guardia.
- ¡Fuera de estas tierras, viejo infecto!- dijo la criatura con voz atronadora mientras lo apuntaba con su lanza.
- ¿Acaso, en un cuerpo tan grande como el vuestro, no cabe una pizca de bondad para dar algo de beber a este pobre moribundo?-
- Creo que ya has bebido demasiado, alimaña. Desaparece o serás la comida de mis hombres para hoy..
El caballero se adelanto hasta ponerse justo enfrente de la punta de la lanza. Levanto la mirada hacia la horrible criatura.
- Ten cuidado, pues no sabes el tiempo que llevo sin comer... quizás seas tú mi almuerzo para hoy...
Con un movimiento rápido, el caballero dio un salto en el aire colocándose justo detrás de su enemigo, asestándole un golpe por la espalda. La criatura cayo al suelo, pero se levanto rápidamente. Frente a él se encontró con la figura del joven caballero. El efecto de la poción había finalizado.
La criatura descargó su lanza contra el joven oponente, el cual la esquivo de un salto. Al caer al suelo, el caballero asió el mástil de la lanza dando una voltereta en el aire, golpeando con sus botas la cara de su contrincante.
La criatura quedo aturdida en el suelo y el caballero desenvaino su daga, pero esta se levanto y golpeo con fuerza sobre el pecho del joven, haciéndolo caer de espaldas.
Volvió a cargar con su lanza, pero el caballero la volvió a esquivar.
Volvió a golpear la cara de la criatura, esta vez con mas fuerza, quedando esta semiinconsciente.
- Esto no quedara así-
- No, eso se te hincha- dijo el caballero justo antes de hincarle la daga en el corazón.
EL joven se puso delante del cuerpo ya sin vida. Cerró sus ojos y extendió la palma de su mano.
- ¡Transmuto!-
Su cuerpo se envolvió en una espesa nube de humo. Al disolverse, apareció una figura exactamente igual a la de la criatura.
Escondió el cadáver y volvió a la espesura a reencontrarse con el grupo...
-Bueno, voy a entrar... con esta pinta no debería tener problemas - dijo el caballero
-Je, si no fuese porque te he visto transformarte, me lanzaría contra ti. - bromeo Vernon
-Esperad aquí, ahora vuelvo.
-¿No quieres que te acompañemos? - dijo Azriel
-Ahora llamaríais demasiado la atención - dijo cogiendo una gigantesca hacha.
En el bosque, los minutos pasaban lentamente esperando el regreso del caballero... volvió, cambio de forma y sonrió
-Por fin. Podemos volver

Un viejo conocido

En el fin de los dominios del Espíritu, se veía una violenta discusión, dos ejércitos estaban representados, las criaturas que Vernon decía y una especie de hombres vampiro. Una especie de minotauro espantoso armado hasta los dientes discutía con la que parecía ser la vampiresa jefa
- Así son los negocios de la guerra, milady. Ya no os necesitamos. Toda esta tierra es nuestra, y os superamos en fuerza y numero. Ya no nos hacéis falta
- Os arrepentiréis de esto. A nosotros no se nos traiciona. Juntos hemos doblegado estas tierras, sin nosotros no valéis nada.
- DEJADLO YA - dijo un tercero.
Todos se giraron, apareció el único humano de todo el ejército. Llevaba aires de general, el Caballero le reconoció sin dudarlo y susurro:
-¡¡¡CECIL!!!
- Tus hombres nos han traicionado- dijo la vampiresa Cecil.
- En la guerra, las traiciones son un golpe bajo permitido, mi señora- dijo mostrando maldad en su sonrisa.
- Recuerda que la venganza es otro de los golpes permitidos. Si no hubiese sido por nosotros no habríais conseguido nada de lo que ahora tenéis.-
- En eso llevas razón, nos has sido de gran ayuda, tus hombres han sido un buen cebo en la batalla-
Ante tal ofensa, la vampiresa saco sus armas. Sus hombres y ella se pusieron en formación de combate.
Sin mover ni un solo dedo, Cecil se echo a reír a carcajadas.
- Mira tu numero de hombres, y mira el mío, compara nuestros poderes... ¿crees que tienes alguna esperanza de victoria, cariño?
- Esto no quedara así. Muy pronto tendrás noticias nuestras.
La vampiresa y lo que quedaba de su ejercito se dieron la vuelta y desaparecieron del lugar.
- Estos nos van a dar problemas- dijo la criatura horrible a Cecil.
- No digas tonterías. Sabes perfectamente que nuestro poder y nuestra inteligencia los supera con creces. Esos bastardos solo sirven para pelear, nosotros hacemos guerra.
 
Cecil reunió al pelotón y el se quedo justo en medio.
Quiero que al menos quince de vosotros se queden haciendo guardia en este punto. No quiero que ninguna criatura franquee este camino y quede viva. Los demás, seguidme. Aun nos queda mucho terreno por conquistar. Estas tierras serán nuestras.
El caballero oscuro seguía agazapado entre la maleza, y justo detrás de él, estaban los demás compañeros.
- Sigue siendo el mismo carroñero que era. El tiempo no ha cambiado ni un ápice de su maldad.
Cecil y la inmensa mayoría de su ejército siguieron el camino a Rangkok, los 5 se reunieron a deliberar.
- Bueno, ¿Qué hacemos? ¿Cargamos?
- No, son demasiados - dijo Azriel
- Quizás fuese mejor usar tu magia, ¿no? - pregunto Vernon al caballero
- No sé, pensaba en un hechizo la mar de curioso, pero la presencia de Cecil aquí...
No terminó de hablar cuando de la nada surgieron decenas de criaturas que volaron a su alrededor, derribando a Erik y a Azriel, dejándoles sin sentido. Vernon, más rápido que nadie desenvaino su espada y cogió la de Azriel mientras que esas criaturas, los mismos vampiros a los que se había encarado Cecil, rodeaban al Caballero y a Vernon... eran demasiados, solo esperaban la orden de su jefa para cargar.
- Soltadlos - la voz de Susan se oyó, nadie se había fijado en ella, empuñaba la daga que en su día le dio Azriel. Una luz verde la envolvía. El caballero reconoció en la luz el hechizo que el Espíritu del Bosque les había revelado poco antes...
La jefa de los vampiros surgió de entre las copas de los árboles.
Inútiles humanos, siempre tendéis que sobrevalorar vuestro poder, aun teniendo el mayor de los peligros ante vuestros ojos. ¡ATACAD!
La tropa de vampiros cargo hacia el grupo.
Erik se encaro a ellos y Vernon intento llevar la pelea lo más lejos posible de los cuerpos inconscientes de sus compañeros.
De repente, un torrente de energía giro alrededor de Susan como si de un remolino terrible se tratase.
Con un enérgico movimiento de sus brazos dirigido hacia las criaturas, parecía que algo realmente poderoso los golpeaba en el aire.
En grupos iban cayendo al suelo.
De repente, Susan dirigió su mirada hacia la reina de los vampiros.
Con una mano, hizo el gesto de cogerla por el cuello.
En el aire, la vampiresa se retorcía e iba bajando poco a poco hacia el suelo. Cuando sus pies tocaron tierra, Susan aflojo la tensión de su brazo. La vampiresa cayó al suelo.
Vernon acudió corriendo hacia el sitio donde había caído, y con una cuerda que llevaba encima, la amarro de manos y piernas.
Susan cayó al suelo exhausta. Tal magnitud de poder había acabado con gran parte de sus fuerzas.
Erik se acerco al caballero y a Azriel, los cuales estaban empezando a recobrar el sentido.
- Gracias a Dios, que Susan supo emplear a tiempo el pergamino- Dijo Erik.
- Si - dijo Vernon con algo de desconfianza mientras aun conservaba en su poder los 5 pergaminos...
Vernon intento despertar a su amigo mientras que Azriel trataba de ayudar a la exhausta Susan.
- No sabia que el hechizo del Espíritu del Bosque fuese tan poderoso.-dijo Azriel
- Hay muchas cosas que no sabemos.
Pero, en otra punta del bosque, en un camino, un horripilante ejército se detenía.
- ¿Por qué nos detenemos? Pregunto un espantoso comandante con pinta de Cíclope gigante
- Algo marcha mal - dijo Cecil
- ¿Qué va mal? - pregunto un enfurecido golem
- No lo sé, percibo algo, algo me dice que debemos volver... media vuelta
El caballero oscuro se asomo entre la maleza.
El grupo de quince que se había quedado haciendo guardia se acercaba a ellos estrepitosamente.
- Rápido, poned a Susan a salvo. Esconded a la vampiresa y poneos en posición de ataque, nos han descubierto.
Azriel escondió como pudo a los dos personajes y de un salto subió a las ramas de uno de los árboles.
Los quince se dividieron y comenzaron a invadir el territorio donde se encontraban ellos.
Dos de ellos se aproximaron por la zona donde se encontraba Azriel. Esta ya se encontraba con su espada sobrenatural desenvainada lista para el ataque.
Antes de que se diesen cuenta salto sobre ellos, sesgándole a uno la cabeza y atravesando al otro desde un hombro hasta la mitad del pecho, realizando todos los movimientos antes de caer al suelo.
Con suma rapidez escondió los cuerpos y saltando de rama en rama se dispuso a buscar a una nueva victima.
Erik estaba enzarzado en la lucha con dos de ellos. Se defendía muy bien para ser un simple campesino.
Desde su rama, Azriel bajo para ayudarle, pero antes de caer al suelo recibió un ataque por la espalda, el cual la hizo revolverse y devolver el ataque con gran furia.
Al darse la vuelta vio que su atacante estaba parado frente a ella... de su pecho salía la punta de una reluciente espada. Al caer, se encontró a Susan.
En la otra esquina, el caballero estaba recitando uno de sus conjuros...
El caballero chillo a Vernon
-¡Protegeos con el hechizo que nos dio el Espíritu del Bosque, no sea que mi hechizo os afecte!
Vernon, Erik, Susan, y Azriel lo hicieron así, cuando oyeron al caballero recitar una palabras incomprensibles.
-Theimy Wantre Sergo Urbelam Petrico Use
Atónitos, veían como las criaturas empezaban a convertirse en piedra.
Se iban quedando paralizadas
-Ruque Seimus Tomanha Secriyu Kumeney - seguía recitando el caballero. Más cuando parecía que el conjuro de petrificación iba a acabar bien, las criaturas volvieron a su estado normal.
-Has mejorado mucho tu magia - el caballero no necesito mirar para ver quien había intervenido, anulando su magia.
Era la voz de Cecil.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El espíritu olvidado

Los 4 bajaron del bote al  embarcadero... todo estaba silencioso... se notaba que Korah Kirk había sido un  puerto importante. Puede que fuese por las horas de la noche, pero ahora parecía  medio abandonado. No se oía un alma allí

-Siempre habéis sido rápidos... -  dijo una voz

-¿Quién dijo eso? - dijo

Azriel mostrando su espada 

-Veo que te llego mi mensaje, viejo amigo - dijo el caballero sin inmutarse 

Apareció un hombre de unos 55 años, de aspecto bonachón, aparentemente  inofensivo. De no haber sido por el sable que llevaba no hubiese destacado... 

-¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Por qué esta esto tan vacío? - dijo Azriel

El  hombre la miro y contesto con una sola palabra: "Guerra"

- ¿Guerra? ¡En esta  tierra!- dijo el caballero sin poder dar crédito.

- Guerra, sí señor. Los  intereses políticos se oponen siempre al bienestar del ciudadano, y cuando hay  intereses económicos por medio, el poder se dispara.-

Pero.. Ese problema nunca ha estado en esta  región... ¡si hasta yo vine a pediros asilo político en una ocasión porque este  era el lugar más permisivo!- replico el caballero...

Si, viejo amigo, recuerdo aquella ocasión, pero  los gobernadores que había antes miraban por nosotros, y no por sus sacas-

-  ¿Qué ha pasado con Saltorix?-

- Creo  que todo empezó por ahí. Saltorix murió hace algo menos de un año. Se supone que  fue muerte natural, pero los ciudadanos creemos que naturalmente murió después  de ser envenenado... a su reinado, claro, lo sucedió su primer hijo. Es  demasiado joven, y a los jóvenes de hoy en día no los mueve nada mas que la  codicia.-...

Además, no es el único pretendiente al trono. Y por si fuera  poco problema, otro reino vecino quiere anexionarse todas estas tierras...  vivimos tiempos oscuros... el poder ha corrompido nuestra raza, los hombres  ansiamos demasiado cualquier clase de poder. A todo esto, ¿qué os ha traído a  esta tierra?

-Vamos en busca del ESNA para mi padre enfermo - respondió  Susan

-¿Estáis seguros de que no os sirve alguna otra? He oído hablar de una  panacea casi igual de poderosa

-Ese es el problema amigo, solo es "casi"...  no, no creo que sirva, hemos de seguir en su búsqueda

-Bien, seguidme entones, os llevare a mi casa. De  noche estas tierras no son seguras. A propósito - dijo dirigiéndose a Susan,  Erik y Azriel - mi nombre es Vernon-

Tras las presentaciones, se pusieron en camino. 

La casa de Vernon no estaba muy lejos del puerto.

Cuando llegaron se  quedaron todos muy sorprendidos, sobre todo el caballero.

La fachada estaba  calcinada, y había algunos trozos del muro principal tirados por los suelos. 

Al entrar, la salita principal también estaba chamuscada. Aun quedaban  jirones de cortinas carbonizadas en sus ventanas.

La siguiente salita estaba  casi intacta, algo derruida, pero se notaba que las llamas no habían penetrado  dentro.

El caballero, tras mirar los ojos de su amigo, decidió guardar  silencio y no hacer mas preguntas, con solo mirar su cara podía averiguar todo  por lo que había pasado.

Al fondo de la habitación había una estantería,  Vernon se dirigió a ella y saco un pergamino. Lo desenrollo sobre la mesa y les  explico:

- Mirad, nosotros ahora mismo nos encontramos aquí-dijo mientras  señalaba con su dedo sobre el mapa.- La planta que buscáis esta al sur, en este  bosque. No hay mas de medio día de camino hasta llegar allí. Pero, justo por  aquí, esta franqueado por un muro que defiende la ciudadela de los Rangkok, unas  criaturas semihumanas que han sido traídas a nuestra ciudad por el nuevo  gobernador. Día y noche hay centinelas apostados sobre sus torreones. Pasar por  allí es tarea difícil, pero, no si has hecho bien tus deberes, caballero, y has  estudiado bien los conjuros que necesitas- dijo mientras le mostraba una sonrisa  de complicidad.

El caballero le devolvió la sonrisa, -siempre llevo una  carta escondida bajo mi manga -dijo guiñándole un ojo.

- Perfecto, pues,  entonces, podemos seguir por este camino hasta llegar allí, o bien, podemos  rodear por aquí y llegar al bosque pasando justo a la espalda de la ciudadela,  solo que, si se hace así, entonces estaríamos hablando de un día de camino...  -

-Voto por el rodeo. - dijo el caballero - No nos compliquemos la vida  atravesando por Rangkok. No perderemos tanto tiempo, y no debemos arriesgarnos  tanto. Si tenemos un mal encuentro, podremos afrontarlo, pero no veo que  atravesemos una ciudad tan bien defendida. ¿Podemos ir por los bosques? Es más  lento, pero según dicen está bajo el cuidado del Espíritu del Bosque...

-¿El  qué? - pregunto Erik

-Es tan solo una leyenda, pero dicen que un espíritu o  fantasma o no sé que cosa protege esos bosques – dijo Azriel

-Es más que  eso, pero no lo puedo asegurar jamás lo he visto, pero la sola leyenda alejará a  las bestias, tan temerosas de todo lo sobrenatural.

-Tal vez, pero no  sabemos si será peligroso – dijo Vernon

-Si las leyendas son ciertas,  mientras no agredamos ni a los árboles, ni a las criaturas que en ellas habitan,  no correremos peligro. Bueno, es solo mi opinión, ¿vosotros que decís? 

Yo creo que es mejor ir por  sitio seguro, prefiero perder un poco mas de tiempo y tener mas posibilidad de  éxito, mi padre necesita el Esna y hemos de conseguirlo cueste lo que cueste- 

- Bien  - Dijo Vernon. - Entonces, vamos a  comer algo y a descansar. Mañana partiremos temprano.

Todos se sentaron a la mesa. Vernon saco  algo de la comida que tenia en su alacena. No era mucha, pero era muy sabrosa. 

Se repartieron por las habitaciones y descansaron toda la noche.

A la  mañana siguiente, se armaron con sus espadas, dagas y conjuros y emprendieron la  aventura en busca del Esna.

- Dime Vernon- dijo el caballero con algo de  preocupación-¿donde esta tu familia?-

Cuando las cosas se pusieron feas, antes de que  comenzase la guerra, los hice partir hacia la isla de Raku, donde yo vivía  antes. No podría soportar que algo les pasase. Hasta que no acabe esta locura,  no quiero que vuelvan-

El caballero sonrió complacido. Se había temido lo  peor, y ahora estaba mas contento.

Emprendieron la marcha hacia el bosque. 

El camino no era demasiado agradable. Donde antes había una naturaleza  sorprendente, ahora no había nada mas que tocones y malas hierbas chamuscadas. 

- Nos va a costar mucho trabajo volver  a hacer de esto lo que era- Susurro Vernon al caballero.

Escogieron los  caminos mas escondidos para hacer su camino. Eran los más seguros

Avanzaban  lentamente, las ruinas de la ciudad se iban mezclando con los restos de un  bosque algo calcinado ya, la naturaleza crecía alrededor salvajemente

cada  paso que daban, avanzaban lentamente

los pájaros se escondían, los conejos  huían, toda clase de criaturas se mostraban esquivas

Se habían internado en  lo más profundo del bosque

De repente una voz se oyó...

- Por fin habéis llegado

No parecía haber  nadie, pero Erik y Susan ya habían oído antes esa voz. Era la misma que oyeron  cuando Azriel les salvo la primera vez. Un espíritu con forma de mujer, de color  gris se mostró ante ellos

- Saludos  amigos, soy el Espíritu del Bosque...
El espíritu miró a Susan con ojos benevolentes
- No te preocupes mujer, la hierba que buscas la albergo en mis tierras. Vuestra búsqueda casi ha llegado a vuestro fin.-
- Casi... -dijo el caballero.
- Si, caballero, bien he dicho. Casi. Hay trozos de bosque que, por desgracia, ya no me pertenecen. Esas criaturas semihumanas me las arrebataron, y no pude hacer nada para impedirlo. Para conseguir el Esna deberéis cruzar, inevitablemente, por dichos terrenos, y mi protección quedara anulada. Debéis de ser cautos, yo os protegeré en la medida de lo posible.-
- Las cosas se nos van complicando cada vez mas-dijo Azriel.- menos mal que el caballero cuenta con sus hechizos-
el caballero la miró sonriendo.
- Llevo en mis sacas unos cuantos hechizos de protección, pero no sabemos tampoco como se las gastan esas criaturas.
- Son peligrosas- dijo el hada - son unas criaturas que no tiene corazón, matar y torturar, para ellos, es algo tan normal como el respirar.-...
Por suerte son estúpidas. Tened esto... dijo, sacando de repente de la nada 5 pergaminos... es un viejo hechizo de protección, el mejor contra la magia... con él, cualquier magia que os lancen rebotara contra vuestro agresor... avanzad, yo os cuidare...